Museografía, Una guía completa sobre la realidad práctica del Museo: Instalación y exhibición de obras
¿Qué vas a aprender en esta guía?
La Arquitectura de los Museos
La arquitectura en los museos se identifica comúnmente con un espacio o estructura específica. Sin embargo, los museos enfrentan desafíos arquitectónicos con dos enfoques distintos:
Museos en edificaciones antiguas: Reutilización de antiguos edificios para albergar Museos
Este planteamiento se enfrenta al dilema de adaptar edificios históricos que, aunque se pretenden conservar, no siempre satisfacen las necesidades de un museo. Estos edificios a menudo son antiguas iglesias o palacios, lo que deja dos alternativas:
- Preservar la arquitectura original: Conservar el edificio histórico sin modificarlo significativamente para albergar las obras, lo que puede limitar las capacidades funcionales del museo debido a las restricciones de la estructura original.
- Adaptación radical: Modificar sustancialmente o incluso vaciar el edificio histórico para adecuarlo a las necesidades del museo. Sin embargo, esta opción conlleva el riesgo de sacrificar la integridad arquitectónica original en pos de la funcionalidad del museo, planteando un dilema entre la utilidad del espacio y su valor histórico.»
Museos de nueva construcción: Edificios destinados específicamente a Museos
Estos museos cuentan con la ventaja de ubicarse en las afueras de las ciudades, lo que les proporciona un mayor espacio. Además, están diseñados con la posibilidad de ampliarse en el futuro, adaptándose así a las adquisiciones y actividades que puedan surgir.
- En términos de afluencia de público, su ubicación periférica a menudo resulta en una menor cantidad de visitantes.
- Estos museos generalmente se centran en el arte contemporáneo, a diferencia de aquellos adaptados o reutilizados, que tienden a exhibir arte clásico.
El arquitecto encargado de estos proyectos debe tener conocimientos sobre conservación preventiva y comprender el contenido de las colecciones que serán exhibidas. Es esencial que el diseño arquitectónico no se enfoque únicamente en la estética del edificio, sino que también se preocupe por satisfacer las necesidades internas del museo.
El Espacio
Se sostiene como principio arquitectónico que el espacio constituye el elemento protagónico en cualquier estructura, y en el caso de los museos, debe poseer un carácter orgánico y expansible.
- El espacio orgánico debe adaptarse a las necesidades individuales, ofreciendo flexibilidad, sin ser laberíntico, y transmitiendo sensaciones de tranquilidad y bienestar.
- La extensibilidad del espacio está vinculada a la evolución del museo, el cual continúa desarrollando nuevas funciones y roles.
El museo trasciende la mera exhibición de obras; su sala de exposiciones representa apenas la superficie visible de una organización interna sumamente compleja. Este comprende salas de exposición, talleres de restauración y fotografía, una biblioteca, comedores, áreas administrativas, salas de conferencias, espacios educativos, almacenes, depósitos (requiriendo áreas extensas), así como espacios recreativos como patios, jardines o zonas de esparcimiento, donde se llevan a cabo diversas actividades.
El Circuito
Los itinerarios de visita están determinados por la disposición arquitectónica del museo. Es fundamental evitar rutas que exijan retroceder sobre los pasos ya recorridos; estos deben ser de diseño orgánico y cortos. Para ofrecer al espectador facilidades de elección, se presentan diversas opciones de circuitos mediante planos, folletos y guías que detallan la información sobre las posibles rutas a seguir.
Es esencial numerar las salas para orientar al visitante sobre su ubicación, evitando así la necesidad de recorrer la totalidad del museo. Este enfoque se conoce como «circuitos abiertos«. En contraposición, los «circuitos cerrados» imponen una ruta prolongada si se busca evitar volver sobre lo ya visitado.
Diversidad de tipos de obras
En esta sección, abordaremos la disposición de las piezas dentro de un museo sin descontextualizarlas. Es esencial considerar que las obras de arte no fueron concebidas originalmente para exhibirse en las salas de los museos; su funcionalidad y propósito original no estaban destinados a este entorno. Al ingresar en la institución, estas piezas pierden su contexto original.
El auge revolucionario que impactó Europa y América del Norte en el último tercio del siglo XVIII, con la consiguiente caída del antiguo régimen, condujo a la creación de los primeros museos públicos. Estos museos se establecieron a raíz de la incautación de obras artísticas pertenecientes a la monarquía, la iglesia y la aristocracia.
Como resultado, los museos se convirtieron en depositarios de estas piezas artísticas. Su función principal es preservar gran parte de los valores inherentes a estas obras, e incluso enriquecerlas mediante una presentación adecuada.
Pinturas
Las pinturas deben estar dispuestas con una separación entre ellas de 1 a 3 metros. Al ubicar obras pictóricas en las salas de los museos, es crucial hacerlo de manera comparativa con otras obras vecinas para crear un contexto en las habitaciones. Esta disposición también debe considerar un formato similar entre las obras.
Se recomienda que los visitantes se separen al menos medio metro de las obras, aunque esta distancia puede variar según el tamaño de cada pintura. Idealmente, las pinturas deben alinearse en una línea uniforme, preferiblemente en la parte inferior. Sin embargo, la política de colocación puede variar según el museo, algunos optan por alinearlas en la parte superior. Lo importante es que no estén dispuestas a diferentes alturas para mantener la estética y no fatigar la vista.
Generalmente, se consideran solo dos niveles de cuadros, a menos que las condiciones específicas del montaje requieran lo contrario. Es esencial recordar que la exposición de obras en un museo no debe centrarse en aspectos decorativos, sino en su estudio y análisis.
El enmarcado de las pinturas no debe ser uniforme, ya que cada obra puede requerir un tipo de marco distinto. Además, preservar el marco original es fundamental, especialmente en casos como la pintura flamenca, donde algunos marcos contienen la firma del artista, formando parte de la historia material.
Actualmente, hay una tendencia, acorde con la estética contemporánea, de no enmarcar las obras. Sin embargo, esta práctica puede resultar en un empobrecimiento de la presentación de la pintura.
Esculturas
El arte de la escultura, al incorporar la tercera dimensión, plantea desafíos específicos en su exhibición:
- Visión integral: La norma general requiere que las esculturas sean apreciadas desde todos los ángulos, permitiendo a los espectadores rodearlas, especialmente si se trata de una obra con un diseño en busto redondo.
- Perspectiva y ubicación: Las esculturas diseñadas solo para ser vistas frontalmente pueden parecer bidimensionales, por lo que es recomendable disponerlas ligeramente separadas de la pared, evitando ubicarlas pegadas a esta.
- Organización espacial: Es esencial organizar las esculturas dentro del espacio expositivo, creando circuitos internos que permitan una visualización completa. No suele ser favorable situarlas en el centro de la sala, buscando en su disposición una compensación de masas en el entorno.
- Enmarcado: El enmarcado, ya sea a través de la arquitectura del edificio, paneles traseros coloreados o ángulos murales, sirve para resaltar los valores de la obra y evitar su aislamiento visual, proporcionando un «abrigo» que atraiga la atención del espectador desde el frente.
- Esculturas deterioradas: Las obras con defectos deben mostrarse en paneles que respeten sus faltas, sin reconstrucción, a menos que tengan un propósito religioso específico. Estos paneles deben estar acompañados de carteles explicativos.
- Elección de pedestales: Es crucial conservar los pedestales originales diseñados por el artista para sus obras. Los pedestales deben complementar la obra sin robarle importancia ni desviar la atención.
- Diseño y material de los pedestales: Algunas esculturas integran pedestales como parte integral de la obra, lo que las hace inamovibles. Un pedestal bien diseñado, al igual que un marco, puede realzar notablemente la presentación de la obra. El uso excesivo de pedestales de metal se debe evitar, ya que pueden resultar visualmente agresivos. Se sugiere la preferencia por pedestales de metacrilato, aunque este material suele ser costoso y su uso debe ser selectivo y bien planificado.
Artes suntuarias o decorativas
Las artes suntuarias o decorativas, especialmente las de pequeño formato, suelen exhibirse en vitrinas que las enmarcan y protegen adecuadamente. En este sentido, existen dos tipos principales de vitrinas utilizadas:
- Vitrinas individuales: Diseñadas para exhibir una sola pieza, proporcionando un espacio exclusivo que realza su singularidad.
- Vitrinas colectivas: Utilizadas para exhibir varias piezas, requiriendo un diseño cuidadoso para crear un conjunto armonioso.
Estas vitrinas, aunque de menor escala que una sala de exposición convencional, deben ser estudiadas con igual meticulosidad. Cada pieza expuesta en ellas debería contar con un pedestal adecuado, iluminación específica y una descripción informativa que enriquezca su contexto.
El control de la luz es esencial para minimizar los daños potenciales en las piezas exhibidas, ya que una iluminación inapropiada puede afectar su preservación a lo largo del tiempo.
Además, la limpieza periódica de las vitrinas es fundamental no solo para mantener un estándar estético elevado, sino también para preservar y prolongar la vida útil de las piezas exhibidas.
Elementos del montaje
Los elementos del montaje en un museo comprenden recursos museográficos fundamentales, entre ellos: La luz y el color.
La luz
La luz juega un papel fundamental en la museografía, siendo un factor crucial en la percepción visual dentro del museo. La relación entre la visión y la luz es estrecha, ya que esta nos permite interpretar los objetos expuestos y conectarlos con su entorno.
La efectividad de la luz en la captación de una obra depende de su uso, dirección e intensidad, así como del tipo de iluminación, sea natural o artificial, y el tipo de bombilla utilizada. Una iluminación excesivamente contrastada puede provocar fatiga visual, mientras que una luz continua puede generar monotonía. Sin embargo, una iluminación cuidadosamente estudiada puede aumentar la sensibilidad del espectador frente a la obra.
La dosificación de la luz se adapta al clima del país y a la arquitectura del museo, considerando factores como la pintura de paramentos y suelos. La luz natural, aunque dinámica y cambiante, es preferible siempre que no afecte la conservación de las piezas. Por otro lado, la luz artificial, aunque constante, puede necesitar filtración y combinarse con la luz natural para obtener un equilibrio.
En los museos, la combinación de luz natural y artificial es ideal, enfocándose en iluminar los objetos más que al espectador o al suelo. Los problemas de iluminación incorrecta, como el deslumbramiento por exceso de luz en un punto específico, la visión doble en superficies lisas y brillantes, o la bifurcación de los rayos en barnices de obras, pueden afectar la percepción del espectador.
La organización de la luz en una sala puede ser directa o indirecta: la luz natural puede ser lateral, cenital (procedente del techo, ideal para resaltar esculturas pero generando reflejos en pinturas) o diagonal. La luz artificial mal combinada puede causar desequilibrios visuales y alteraciones cromáticas.
La selección del tipo de luz, así como el estudio de colorimetría, se realiza considerando el edificio y el tipo de lámparas utilizadas, siendo aspectos cruciales en la planificación lumínica de los grandes museos.
El color
La elección del color en paramentos y suelos juega un papel fundamental para complementar las obras expuestas sin destacar más que estas últimas.
En cuanto a los paramentos, se recomienda utilizar colores neutros como beige, blanco, crema, tonos terrosos, verdosos o azulados, todos con una tonalidad muy suave. El blanco, en particular, es preferible ya que tiende a generar menos problemas visuales.
En lo que respecta a los suelos, la selección del material es crucial y varía según la elasticidad y la resistencia. Existen contradicciones inherentes a estas características: los suelos resistentes como el mármol o el cemento son duraderos pero tienden a ser ruidosos y fríos, requiriendo una cuidadosa elección de color para evitar reflejos excesivos. Por otro lado, los suelos más acogedores como el parquet o la madera, aunque generan una atmósfera cálida, suelen ser ruidosos, de mayor desgaste y producción de ruido.
Los suelos de linóleo (plásticos) y el caucho, debido a su elasticidad, pueden generar problemas como olores, dejar huellas y producir emanaciones perjudiciales para la conservación de las obras. Independientemente del tipo de suelo utilizado, es esencial considerar cuidadosamente los colores para complementar la ambientación deseada para las obras.
Escrito por Inmaculada Peña
Artista Plástica, Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla.